En Canarias vivimos con un lenguaje rico en proclamas de intenciones, en una inflación de declaraciones, de modos y alegatos que devalúan algo básico en nuestra sociedad, la relación entre lo que decimos y lo que hacemos.
Estamos en tiempos de cambio, y los mismos nos obligan a una lectura pausada de lo que hacemos, separando el trigo de la paja, el largo recorrido de los alegatos sobre los efectos del cambio climático. Esto demanda aquí y ahora aplicaciones y lecturas concretas, desde la escuela hasta el territorio, no vale que hagamos responsable de lo que hacemos mal al clima, o bien a otras causas alejadas de los humanos. Aquí y ahora tenemos responsabilidades concretas, con nombre y apellidos.