sábado, 25 de mayo de 2019

Cebollas de Nueva Zelanda y soberanía alimentaria

Estos días de mayo, hemos visto en los lineales de los supermercados cebollas de Nueva Zelanda, Méjico o Senegal, algo que pone de manifiesto la ruptura que tenemos en Canarias entre lo que ponemos en la mesa y lo que sacrifican los que hacen surcos en las tierras de las Islas, apenas valorados en una sociedad que ignora y margina al mundo rural, pues solo asocian el producto local en las épocas de fiesta, con supuesta indumentaria de campesinos.

¿Y la huella de carbono? Veamos: hace solo 30 años, exportábamos cebolla temprana de Canarias al exterior. Podemos destacar a Lanzarote, que en algunos momentos alcanzó los 20 millones de kg. exportados, manteniendo un paisaje enarenado cultivado, que a día de hoy ha sido recubierto por aulagas. En Tenerife, hasta la década de los ochenta, exportábamos semilla de cebollino a los Estados Unidos. ¿Recuerdan los campos de cebollino en el Valle de Güímar? Qué decir de las cebollas de Carrizales y Guayonje, productos de calidad con nombre y apellidos de nuestro territorio. Alimentos que generaban: paisaje, economía local fija, población en el territorio -creando paisaje y paisanaje-, menor presión en las zonas urbanas, más estabilidad social, menos dependencia del exterior.

Lo que ahora oímos como huella de carbono, soberanía alimentaria, no deja de ser un vano eslogan electoral, alejado de lo que hacemos cada día, ya que compramos mirando el bolsillo. Ignoramos los valores locales, y estamos faltando al compromiso con nuestra tierra, debemos trabajar por la responsabilidad ambiental y social, avanzando en cuestiones como el kilómetro 0, la huella de carbono (real), etc.

Otra lectura de la tierra se fundamenta en que no sólo hay que pedir a los responsables políticos medidas que favorezcan la producción local -ya que tenemos numerosas limitaciones por parte de la Unión Europea-, sino que hemos de crear una cultura colectiva como pueblo, entendiendo que los productos locales no sólo generan riqueza y puestos de trabajo aquí, sino también algo de lo que hablamos todos los días, la huella de carbono, el cambio climático, dignificar lo próximo, lo nuestro, como tema de solidaridad social y defensa medioambiental.

Papas de Israel, Egipto, Inglaterra, pero nuestros campos siguen sin cultivos. Hay un alto porcentaje de parados. Estos son algunos de los temas ignorados en la campaña electoral, sin embargo se ha realizado un buen trabajo en las últimas legislaturas, de las que hemos de destacar las mejoras significativas, sobre todo en la ganadería, con una importante revalorización del queso, mejoras económico-culturales en los comedores escolares y productos locales, intensificando lo de los alimentos cultivados en ambientes sanos con un mayor equilibrio con la naturaleza. También debemos destacar como elemento positivo de la vida política, las ayudas para incorporar jóvenes al campo en explotaciones ganaderas cultivos de aguacates, caña de azúcar, proteas, plantas ornamentales y aromáticas, etc.

El equipo de la Consejería de Agricultura ha sembrado luces que pueden ser una referencia en el ignorado y maltratado campo canario, en el que hemos marginado elementos básicos en generar riqueza y estabilidad social, compatibles con el turismo y una sociedad menos dependiente. No miremos solo para la Administración como responsable de la política agraria, los demandantes de alimentos y calidad de vida, medioambiente, estabilidad social y ambiental, tenemos mucho que decir. Está en nuestras manos hacer un modelo de sociedad más solidaria, tanto en el plano social como ambiental.

¿Cuál es el coste ambiental y social de la perdida de cultura rural? ¿Cuántas enfermedades y plagas entran en las Islas con los productos agrarios que podemos cultivar aquí y ahora con una cultura menos dependiente? La soberanía alimentaria es algo más que un eslogan electoral.

La alergia al sacho y al trabajo es parte de un síndrome introducido en Canarias en los últimos años, para el que debemos vacunarnos con la cultura de ayer, para sembrar un mañana con menos traumas, con tierras labradas y campos con menos maleza.

sábado, 18 de mayo de 2019

La agricultura y el solucionismo tecnológico

Hemos vivido en los últimos años un conjunto de mejoras tecnológicas que han permitido incrementar la producción de alimentos, pero con menos agricultores, dando pie a la idea de que los alimentos surgen sin apenas campesinos. Esto viene generando cierto tipo de cuestiones preocupantes: excedentes de alimentos, campesinos sustituidos por máquinas, mejoras en las semillas y en la ganadería. Fertilizantes, herbicidas, etc.

Todo este sistema deja algunos interrogantes:

¿A dónde nos llevará el cambio climático? Empieza a ser preocupante el aumento del suelo deforestado que se usa para la agricultura y la ganadería. Valga como referencia el problema de la deforestación en los campos de soja desde Brasil a Argentina, no olvidemos que son los que cubren la mayor parte de la demanda de alimentos para algo más de siete mil millones de personas, incluidos los cereales para la alimentación del ganado.

¿Es bueno aplicar técnicas industriales a la producción de alimentos? En la industria cuantos más tornillos, más máquinas, más operarios. En el campo, tales leyes no se cumplen, tenemos que contar con la naturaleza y con los campesinos, capital humano limitado por el espacio natural y por la cultura. Un campesino no se fabrica en un torno. Los suelos cultivados y el agua no tienen una valoración adeudada, ni son ilimitados.

El campo y la robótica tienen dificultades, sobre todo cuando ignoramos el medio y la cultura del entorno, cosa de la que sabían mucho las generaciones pretéritas. Ahora nos encontramos pueblos sin vacas, parte de la ganadería es urbana, con alimentos importados. Vacas manantial, hasta 14000 litros por vaca al año. Qué decir de las mejoras en la producción de carne, huevos, cereales, etc. Más vacas en Las Palmas que en La Laguna o en Garafía.

Excedentes de alimentos, en muchos casos con apoyos locales, en otros, con espejismo de la supuesta modernidad, ahora con supuesta corrección (kilómetro 0, huella de carbono).

La cultura rural, lo conocimientos del medio están en crisis, tanto en la escuela como el pobre papel de la familia, ahora ahogado por agentes externos, las nuevas tecnologías, valga la referencia que Google, Facebook, Amazon y Microsoft invierten más capital que las cuatro petroleras más grandes del mundo, con un dominio de las ideas.

Las ideas locales, los conocimientos del medio, están en franca crisis. Nuestro campo está sin ideas, sin ilusiones, sin valores. Hemos de mirar para adentro por razones obvias.

¿Podemos mantener la agricultura y la ganadería mundial sin pesticidas y herbicidas? Lo que está ocurriendo con la peste porcina africana en Asia, o los problemas con el glifosato y la salud, son razones para otra política agraria en Canarias y en el mundo. Este nuevo brote se ha extendido en China en 8 meses, desde Mongolia a Vietnam y Camboya. En unos meses alcanza unos 80 millones de cerdos en China y altera la situación del mercado de proteínas del planeta.

¿Es bueno aplicar técnicas industriales a la producción de alimentos? En la industria cuantos más tornillos, más máquinas, más operarios. En el campo, tales leyes no se cumplen, tenemos que contar con la naturaleza y con los campesinos, capital humano limitado por el espacio natural y por la cultura. Un campesino no se fabrica en un torno. Los suelos cultivados y el agua no tienen una valoración adeudada, ni son ilimitados.

El campo y la robótica tienen dificultades, sobre todo cuando ignoramos el medio y la cultura del entorno, cosa de la que sabían mucho las generaciones pretéritas. Ahora nos encontramos pueblos sin vacas, parte de la ganadería es urbana, con alimentos importados. Vacas manantial, hasta 14000 litros por vaca al año. Qué decir de las mejoras en la producción de carne, huevos, cereales, etc. Más vacas en Las Palmas que en La Laguna o en Garafía.

Excedentes de alimentos, en muchos casos con apoyos locales, en otros, con espejismo de la supuesta modernidad, ahora con supuesta corrección (kilómetro 0, huella de carbono).

La cultura rural, lo conocimientos del medio están en crisis, tanto en la escuela como el pobre papel de la familia, ahora ahogado por agentes externos, las nuevas tecnologías, valga la referencia que Google, Facebook, Amazon y Microsoft invierten más capital que las cuatro petroleras más grandes del mundo, con un dominio de las ideas.

Las ideas locales, los conocimientos del medio, están en franca crisis. Nuestro campo está sin ideas, sin ilusiones, sin valores. Hemos de mirar para adentro por razones obvias.

¿Podemos mantener la agricultura y la ganadería mundial sin pesticidas y herbicidas? Lo que está ocurriendo con la peste porcina africana en Asia, o los problemas con el glifosato y la salud, son razones para otra política agraria en Canarias y en el mundo. Este nuevo brote se ha extendido en China en 8 meses, desde Mongolia a Vietnam y Camboya. En unos meses alcanza unos 80 millones de cerdos en China y altera la situación del mercado de proteínas del planeta.

En otro estado de cosas, la judicialización del uso del Roundup, por sus efectos para la salud, como producto supuestamente cancerígeno, según una sentencia de un tribunal de California de 27 de marzo de 2019 (con numerosos contenciosos en marcha), que condena a pagar a Monsanto 8 millones de dólares, por no advertir los posibles efectos perjudiciales para la salud y para la alimentación.

No olvidemos que los grandes exportadores de alimentos apenas tienen campesinos. Son grandes explotaciones llenas de maquinaria, fertilizantes y herbicidas, donde los activos agrarios en contadas ocasiones alcanza el 5%, es decir, campo sin campesinos.

La agricultura es mucho más que el solucionismo tecnológico. Como ponen de manifiesto las dos empresas de alta tecnología, Monsanto y Bayer, y los problemas añadidos, de posible dominio de la naturaleza y productivismo, con lectura cortoplacista. ¿Cuántos interrogantes se generarían si suprimimos los herbicidas?

En Canarias necesitamos una lectura de la cultura agraria, ¿está en vías de extinción? La salud de nuestro pueblo y la salud ambiental nos deben hacer reflexionar sobre el campo y los campesinos como productores de alimentos, proveedores de salud y conservadores ambientales.

La globalización es mucho más que internet, aquí y ahora, debemos mirar para lo local, para los que han domesticado las plantas contando con el medio. Plantas, cultura y naturaleza suman gran sabiduría local. Sembremos y cultivemos en nuestros jóvenes la incorporación de la sabiduría de antaño al medio, como un valor de futuro. Hagamos compatibles los aportes de la tecnología con los conocimientos locales.

sábado, 4 de mayo de 2019

La Política y el barro

Cuesta entender que en el mundo de las ideas, de la siembra y cultivo de la inteligencia, de los semilleros de la razón, del sentido común, de modelos económicos culturales en que las propuestas sociales propongan vías, caminos que siembran alternativas, que nos enriquezcan, sin embargo se ha convertido en un complejo mundo cargado de tensión por lo que ocurre, tanto por aspectos ambientales (agua, suelo, bosque, clima, uso y derroche de recursos) como sociales (separación de la población y la naturaleza, la salud y el medioambiente, territorios sin población, población amontonada en pocos núcleos urbanos, etc.).

La campaña electoral, como encuentro de propuestas que propongan nuevas alternativas, que argumenten y defiendan las que tenemos que funcionan, o posibles mejoras que nos permitan hacer una sociedad socialmente más justa y ambientalmente más sostenible, sin embargo, lo que nos presenta es un barrial, lo que se nos ha presentado es todo lo contrario de lo que entendemos que es la política, como debate de ideas, programa de propuestas claras y entendibles, con argumentos, con razones? Lo que han presentado -si exceptuamos a Pablo Iglesias-, es todo lo contrario de lo que entendemos como debate de ideas, ya que hasta los números, que son los que son (paro, puestos de trabajo, escuelas, centros de salud, distribución de la riqueza, etc.), en dicho debate, cada uno restó, dividió y multiplicó tales datos según sus intereses políticos, sin el menor respeto a los que seguíamos a los supuestos líderes de este país. Las palabras más abundantes eran: "mentiroso", "fraudulento", "guarda la cartera que te roba", "¿los títulos académicos los compraste o los robaste?", "enchufaste sin saber pegar un sello"? ¿Máster verdadero o falso?, chapotear en el barro.

En otro estado de cosas, figuras estrella de la política, señor Garrido cambiando la chaqueta en plena campaña electoral...

En los debates se olvidaron del territorio, de recursos naturales, del agua, del suelo, de la naturaleza. Tampoco trataron los problemas relacionados con las energías alternativas, se olvidaron de lo que ocurre al otro lado de los Pirineos, en una palabra, me fue un debate familiar, de patio de vecinos, olvidándose de temas económicos, basándose en la política impositiva sobre cómo recaudar y ahorrar en el gasto, con propuestas tan curiosas como recaudar menos y mejorar las pensiones y la sanidad, es decir, un mundo de sueños, en el que mantenemos o mejoramos el gasto público, sin gravar los impuestos, etc.

Debate pobre en aspectos sociales y ambientales, temas complejos como el agua y la energía los ignoran. No dedicaron unas líneas, ya que a los problemas de Santander y Lanzarote le aplicamos la misma receta. Aquí y ahora lo hemos vivido estos días con los compromisos olvidados. Parece que el modelo económico político que ignora y margina lo pequeño, distrayendo la energía y la pasividad de los políticos en grandes asuntos (impuestos, corrupción). La política como algo de buenos y malos, de blanco y negro, de rojos y azules, olvidando las pequeñas cosas, los pueblos, las aldeas, la producción local, la gestión de los recursos, naturaleza, paisanos y paisaje. El medio ambiente, el cambio climático, es mucho más que declaraciones bonitas de la alta política, de recetas mágicas. De leyes que hacemos en Bruselas, Madrid o el Parlamento de Canarias, que codifican y burocratizan cómo construir un gallinero o cómo sacrificar un conejo o un cochino, o si bien un campesino puede colaborar con el vecino para vendimiar (el llamado troca-peón), sin tener que esconderse de los inspectores de trabajo; qué decir de un jubilado o un parado para vender un saco de papas al vecino y que tenga que declararlo en Hacienda mirando si comete un fraude.

Los macrodebates empobrecen la política, ya que dominan las descalificaciones, devaluando la vida política, ya que los alegatos con los datos ponen en tela de juicio la información. Las referencias que manejamos con los números, ya que descalificamos los estudios que, según quien los leyera, las cifras, las estadísticas, los datos sobre empleo, rendimientos, ocupación, trabajo para parados de larga o corta duración, bailaban al antojo de los intervinientes. Pero lo que es peor, la economía iba bien o mal dependiendo básicamente de lo que haga la administración en Madrid. El factor trabajo, esfuerzo, compromiso social, mayor o menos burocracia, voluntad, aptitud de nuestra gente con el trabajo, con lo local, con la demanda de lo nuestro o mirar para fuera. Las cosas van mal porque el otro es un incompetente y no trabaja.

La política no puede ser algo separado, alejado del territorio y de su gente.