sábado, 13 de abril de 2019

Barlovento: los campesinos y el futuro.

En los últimos años hemos sufrido una ola económica cultural que degrada social y económicamente el mundo rural. El despoblamiento del mundo rural es un reflejo de un tsunami que desde el mundo urbano agravia, agrede, devalúa lo rural, creando un espejismo urbano que actúa como imán hacia las urbes, creando nuevos problemas: el vacío del campo (no hay relevo generacional), el hacernos dependientes del exterior, el amontonamiento de población en las zonas urbanas y la pérdida de una cultura valiosa transmitida de padres a hijos, semillas, cultivos, etc.

El restaurante El Campesino, en Barlovento, una luz que alumbra y dignifica el mundo rural de hoy, una referencia de hacer las cosas bien. Esta empresa familiar, que genera más de una docena de puestos de trabajo directo, produce, a parte de las hortalizas y fruta en una finca familiar como agricultura ecológica, gran parte de los productos del restaurante, los suministros de carne, queso y vino se producen en la comarca Noroeste de La Palma (Barlovento-Puntagorda).

El Campesino también es una referencia de la cocina local, con ingredientes mayoritariamente locales, cocinados con leña de brezo y carbón local. Una empresa local que contribuye no solo con puestos de trabajo a una comarca deprimida que pierde población, una comarca que dispone de buenas tierras para cultivo, no solo en secanos, húmedos, sino también buenos suelos para regar.

El Campesino no solo dinamiza la economía de la zona, sino que también rescata del olvido platos como el caldo trigo, escaldón de gofio, con trigo cultivado en la comarca.

El Campesino es también una referencia que dignifica el trabajo, el esfuerzo, el riesgo de emprender una empresa que asocia lo que ponen en el caldero con el territorio, con el paisaje y el paisanaje, algo básico que hoy es una manera de que los territorios tengan vida propia.

Nuestro mundo rural demanda iniciativa propia, tanto en el plano agrario, como en la dinamización de actividades que generen riqueza, que animen a nuestros jóvenes a la creación de actividades propias, tanto en el sistema productivo, como ocurre con cultivos de proteas, ñames, caña de azúcar, aguacates... En una palabra, Barlovento ha perdido población, por la falta de iniciativa y por los frenos burocráticos de una administración que prioriza las fiestas, poniendo barreras a los usos tradicionales, siendo referencias positivas las casas de turismo rural y el hotel de La Palma Romántica. No digamos el papel que juega la Comunidad de Regantes, con una gestión responsable de los equipos de riego y la bolsa de regulación en el barranco de Abreu.

El Campesino es también un punto de luz en el olvidado y machacado norte de La Palma. No olvidemos que un número importante de restaurantes que funcionan prestando un buen servicio pero con menos personalidad, hacia los que los productos de la tierra mantienen una digna competencia.

Sirvan estas líneas de reconocimiento a todas las personas que entienden que la lucha contra la desertización del mundo rural pasa por sembrar ilusión y compromiso con lo local. No hay varitas mágicas para conseguir una sociedad más equilibrada, sobre todo para que las diferencias entre el mundo rural y el urbano sean menores.

El Campesino en Barlovento es una buena referencia de otra manera de hacer las cosas y el nombre está bien defendido con la empresa familiar que hace un buen uso de algo que ha dignificado nuestro campo.

sábado, 6 de abril de 2019

Del Batán a Chamorga

La crisis del campo en Canarias tiene múltiples lecturas. El campo se vacía, tenemos una devaluación de lo rural, tanto en el plano económico como en lo cultural, no se ha producido una revaloración de lo rural, dignificación de lo local, de los productos locales, de los paisajes, de la singularidad, el folclore y la fiesta, no única para lo singular. Nos hemos quedado en las obras, en mejorar las comunicaciones, agua, luz..., temas importantes, pero, sin embargo, no hemos conseguido que las obras en los espacios rurales tengan prioridad para los que viven en el entorno de los espacios supuestamente protegidos. Entiendo, además, que frente a los urbanitas, los habitantes del medio rural han de tener, ante Hacienda, una menor carga fiscal, que permita hacer frente al aislamiento y favorezca la fijación en el territorio. La recuperación de la población en el medio rural es algo tan básico, tanto en lo social, población amontonada en pocos núcleos urbanos, mientras gran parte del territorio está infrautilizado, despoblado, agua, suelo, paisaje, paisana del campo sin campesinos y jóvenes sin trabajo en los núcleos urbanos.

Leamos un caso de Anaga: Del Batán a Chamorga, las lecturas, comparativas, siempre tienen dificultades; hemos de destacar que el Batán es de los núcleos más vivos de Anaga, mantiene una comunidad de vecinos organizada, cultivando un alto porcentaje de los terrenos: ñames, papasborrellas, viñas, frutales, etc. El Batán mantiene también un fuerte movimiento vecinal, un grupo musical, la parranda, cuevas del lino, además de que su proximidad a La Laguna y sus vínculos laborales han favorecido una mayor cohesión. Chamorga ha sufrido un mayor aislamiento, con una crisis del entorno, hoy agravado ante la descapitalización del entorno. No olvidemos que en Anaga apenas quedan jóvenes, con menos de cincuenta niños entre tres y doce años, y colegios que, gracias a la buena voluntad de los maestros y la Consejería de Educación, mantienen las puertas abiertas en Taganana, Igueste de San Andrés, Roque Negro y Carboneras. Esta es una situación que se reproduce en muchas zonas de La Palma, La Gomera, cumbres de Gran Canaria, y, en Tenerife, en zonas como el Noroeste, Icod, Teno o en el suroeste Agache (Vilaflor).

Efectos colaterales del despoblamiento: ampliación de los campos sin cultivo y consecuencia, espacios para la propagación del fuego en los veranos, crisis en el poblamiento, en los bancales, infraestructuras, caminos, red de riego, viviendas, paredes frutales, pérdida de una cultura de gestión del territorio: pastores, agricultores, pescadores, etc.

Ahora, Chamorga sufre la presión de animales asilvestrados que entran en conflicto con los agricultores y ganaderos. Según los últimos datos del Parque Rural de Anaga, tenemos más de 400 animales sueltos, sin pastor, creando problemas muy serios para la población local, bien sea ganadero o agricultor, sin que olvidemos los problemas en la naturaleza de la zona.

Entendemos que la gestión del territorio requiere población con actividades agrarias y ambientales. Hemos de poner recursos públicos en una gestión sostenible del medioambiente. Hay que armonizarlo con la población y los usos tradicionales y, para ello, hemos de mejorar la vida de los habitantes de Anaga. Agricultura, naturaleza y población son un todo. Tenemos que dignificar la cultura del territorio.