viernes, 25 de agosto de 2017

Las microalgas y las macromiserias

Cuesta entender el debate central en los medios este verano sobre las microalgas y las macrocacas. Asociar en Canarias tales planteamientos es entrar en la miseria política, sin argumentos científicos y, lo que es peor, ignorando trabajos científicos serios como el de Sebastián Delgado.

Sebastián, profesor de la ULL a lo largo de más de veinte años, ha realizado un análisis riguroso sobre las aguas depuradas de Santa Cruz-La Laguna y Adeje-Arona, que riegan una superficie importante del sur de Tenerife, siendo referencia en la reutilización de aguas depuradas en España, junto con el levante español.

Claro que hemos de depurar y reutilizar los más de doscientos hectómetros cúbicos de aguas urbanas en Canarias. Este es un asunto fundamental tanto para la salud como por la necesidad de aprovechar un recurso escaso para la producción de alimentos, forrajes para el ganado, mantenimiento de jardines y campos de golf, mejorando a la vez nuestros acuíferos y cuidando nuestro medioambiente.

Presentar lo que ocurre en el mar y asociarlo a los vertidos no se sostiene. Las localizadas al Noroeste de Punta Cumplida en La Palma no pueden estar asociadas a cuarenta y cinco viviendas en La Fajana, Barlovento. Igualmente ha ocurrido en otros puntos de las costas noroccidentales de las Islas, con vientos de noreste y corrientes marinas del norte.

Haya o no microalgas, es evidente que debemos cuidar la depuración de aguas residuales en las zonas pobladas. Necesitamos realizar un importante esfuerzo en todas las Islas en infraestructuras de saneamiento, depuración y reutilización. Son más de doscientos hectómetros cúbicos de aguas residuales urbanas las que producimos, de las cuales reutilizamos menos de treinta, y en otros casos se depuran y se vierten al mar no siempre con emisarios adecuados. Son urgentes acciones de mejora entre Arrecife y Puerto del Carmen o la desembocadura del barranco de Guiniguada, o entre Lazareto y Buenos Aires, la costa de Adeje hasta Arona o gran parte de la costa sur de Gran Canaria.

No es objetivo ni serio asociar el tema de las microalgas con problemas humanos de mala gestión en las Islas. Si Alemania y Holanda mantienen cientos de millones de excretores en la vega de los ríos Rhin y Escalda, donde siguen bebiendo agua y lavando los biberones de los niños, es difícil de entender para un habitante de Rotterdam que no se pueda bañar en nuestras costas por la incompetencia de nuestros políticos, que encargan mapas de las Islas con miles de puntos de vertido en un supuesto mundo de irresponsables o incompetentes.

Leamos los trabajos de Sebastián Delgado, hablemos seriamente de recursos y de medioambiente, de costes económicos y ambientales. Las aguas residuales las hemos de depurar por aspectos sanitarios, pero también para aportar a la naturaleza parte de lo que le quitamos. Reutilizamos poco más del 10 % de las aguas residuales; podemos y debemos regar más de veinte mil hectáreas con esas aguas, generando trabajo, invirtiendo en infraestructuras y mejorando nuestra salud y nuestro medio ambiente. Sembremos una cultura solidaria y responsable, más sostenible social y ambientalmente.

domingo, 13 de agosto de 2017

Granjas en Holanda y gallinas en Canarias

Estos días surge un problema (nada nuevo) en la producción masiva de alimentos en espacios reducidos utilizando procesos industriales. Hemos pasado de modelos naturales casi artesanales a la concentración de la producción con rendimientos productivos propios de la industria.

Ya hay vacas que son manantiales de 10 o 15.000 litros de leche anuales, o gallinas que inundan la demanda del mercado. Holanda es uno de los mayores productores de huevos del mundo, con 105 millones de aves, y consumen sus 17 millones de holandeses solo el 40% de los huevos producidos, exportando el resto a media Europa.

Las leyes de bienestar animal que aplica la UE han obligado a las granjas a una serie de controles y límites de difícil aplicación. Las granjas familiares son las que más dificultades sufren para cumplir con esas exigencias. Aquí en Canarias un gallinero requiere de más papeles y proyectos que una fábrica de tornillos: llegamos al absurdo de que se impide tener un gallo para no alterar la tranquilidad de los vecinos en cualquiera de nuestros pueblos. Aquí tenemos unas 200 gallinas por kilómetro cuadrado, mientras en Holanda pasan de las 3.000 para la misma superficie.

Sin embargo, lo que ha ocurrido en Holanda debería hacernos reflexionar sobre qué tipo de alimentos queremos consumir. La agencia de seguridad alimentaria NVW ha detectado un problema de contaminación en los huevos por la aplicación a las gallinas de un pesticida (Fipronil) que la OMS considera peligroso y prohibido para el tratamiento de semillas de maíz y girasol por riesgo para las abejas. Millones de huevos han sido destruidos, se han sacrificado cientos de miles de gallinas y más de cien granjas han sido cerradas, con el consiguiente perjuicio económico ante un riesgo sanitario de imprevisibles consecuencias.

Este escándalo se suma a los ya sufridos, como la gripe aviar, las vacas locas, la peste porcina, etcétera. Se pone de manifiesto que la producción masiva de alimentos con técnicas industriales tiene también limitaciones, que las producciones familiares locales tienen mucho que hacer y decir. El hecho de que una cadena de supermercados como Aldi, con más de 10.000 establecimientos, suspenda la venta de huevos holandeses indica la envergadura de un problema creado por una concentración cada vez mayor en la producción y la distribución de alimentos.

La dependencia de la soja y otras leguminosas y cereales, la deforestación para crear nuevas explotaciones intensivas y la práctica totalidad de las nuevas técnicas agrícolas y ganaderas llevan a la "desagrarización" de la sociedad, a un alejamiento total del hombre y el campo. Debemos luchar por la relación entre sociedad y alimentos, entre nosotros y el territorio que pisamos. Ni siquiera en Holanda, que se encuentra en la vanguardia de la tecnología alimentaria de Europa y el mundo, está claro que lo primero es la salud de los seres humanos, por no hablar de otros países (¿quién recuerda la amenaza de la carne de Brasil de hace escasos meses?).

La producción de alimentos es mucho más que abaratar costes y aumentar rendimientos y beneficios. La cultura agraria, la sociedad rural, los alimentos sanos y un equilibrio ambiental son todos aspectos de una misma moneda, son elementos básicos de una sociedad sostenible y equilibrada. Cuidemos lo nuestro, lo local, lo pequeño: el campo canario tiene futuro.