Cuesta entender lo que ocurre en el campo palmero. La isla que dispone de más agua por habitante (850 m3/ habitante-año, la media de Canarias está en 250), entra en un debate sobre lo que aportan las nubes en la llamada lluvia horizontal, o bien, del cuidado del subsuelo. Y esto lo decimos en una isla en la que hemos construido en los últimos años más de 300 kilómetros de galerías y pozos, con ahorros y miseria de un pueblo de secano.
Hemos multiplicado por tres los caudales, alumbrando, entre 1950 y 2019, pasando de 30 Hm3 (es decir, 30 millones de m3) a algo más de 70 Hm3.