viernes, 26 de octubre de 2018

Los drones y el fuego

Las lluvias de octubre nos dan un respiro ante el peligro de los incendios en las cinco islas occidentales de Canarias. La cosecha contra el fuego ha sido buena, posiblemente la mejor en los últimos 30 años, tanto por el reducido número de hectáreas quemadas como por los daños producidos. No obstante, la lectura de este hecho debemos hacerla con humildad. Este éxito tiene que ver con los recursos humanos y materiales en la prevención y la extinción del fuego, pero hemos de recordar que en muchos momentos se muere de éxito.

Una parte de la cosecha se debe a los cuidados humanos, bien sean brigadas forestales, equipos de vigilancia, pastores, agricultores, excursionistas y otros colectivos que cuidan de la naturaleza, que, sin lugar a dudas, han jugado un papel positivo y a los que hay que dar la enhorabuena.

Sin embargo, existen otras causas. Recordemos cuando teníamos pirómanos en una localidad de Tenerife (Icod el Alto), hasta tres conatos al día. Aquí y ahora debemos entender que los resultados de este verano no son únicamente de cosecha propia.

Estos surcos de papel quieren hacernos reflexionar sobre asignaturas pendientes, en las que todavía queda un largo trecho por recorrer. Por ejemplo, seguimos aumentando la superficie no labrada en las medianías de Canarias. Tierras en las que antes sembrábamos cereal y papas, ahora son pastizales sin pastores, desde Fontanales hasta Tijarafe, zonas antaño de frutales, cereales y pastos, ahora cubiertos de cañeros, zarzas, helechos, granadillos, espinos, etc; antiguos campos de viña, almendros, higueras, ahora cubiertos de maleza. Solo el sur de La Palma ha perdido más del 40% de la superficie cultivada de vid en los últimos 20 años, o qué decir de Icod de los Vinos, Frontera, Artenara o Arure, campos con apenas huella campesina, con lo que ahora llaman los ingenieros combustible, territorio ideal para el fuego que ahora, en muchos casos, está sembrado de casas ocupadas por urbanitas que esperan que los helicópteros y los drones apaguen el fuego.

Aquí puede irnos igual que como les ha ido en California, Portugal o Galicia. Solo en California, ardieron este verano más de 300.000 hectáreas, miles de viviendas quemadas, pérdida de vidas humanas. Allí se utilizaron grandes equipos que han demostrado lo poco útiles que son. La prevención sigue siendo la gran asignatura pendiente tanto en California como en Canarias.

Hagamos una reflexión en voz alta, no nos vistamos con plumas ajenas, ni nos colguemos medallas que no son. Este verano ha sido fresco, ya que no hemos tenido apenas tiempo sur y, hasta finales de junio, se ha dejado notar algo de frío -como bien saben los viticultores del norte de Tenerife, que han tenido que vendimiar hasta tres semanas antes, cosechando casi un tercio menos de los kilos habituales-, y con la fortuna de que los pirómanos han estado de vacaciones.

Celebremos los buenos resultados sin descuidar que tenemos asignaturas pendientes en temas forestales, tanto en la limpieza, entresaca, retirada de combustible, pero, sobre todo, los entornos de los montes, tanto en los cultivos como la vuelta al pastoreo, asignatura esta que han mejorado en Gran Canaria con la trashumancia.

Es necesario un cambio en la filosofía ambiental. En muchos casos hemos de pagar por tareas ambientales en las que las brigadas han de mantener superficies concretas libres de combustible, sobre todo en las proximidades de zonas pobladas y vías de comunicación.

El último incendio de California debiera hacernos reflexionar sobre una asignatura pendiente en Canarias. Los drones y los helicópteros, aunque importantes, son elementos auxiliares que no sustituyen a la prevención, cosa de la que sabían mucho los campesinos en los tiempos de hacha, machete y sacho, conservando el entorno de la vivienda limpio de combustible, ahora pastos o monte.

En California no pudieron contra el fuego con los medios aéreos, tuvieron que recurrir a bomberos australianos, utilizando incluso aviones DC-10, y evacuando más de 40.000 personas.

Preparemos desde ahora la campaña para el próximo año.

viernes, 19 de octubre de 2018

Canarias y los nobeles de Economía 2018

Resulta curioso que la Academia sueca mira para los temas ambientales y reparte premios a personas que no hablan de producir más con menor coste, ni tampoco de cómo las máquinas sustituyen a las personas. Concediendo el Nobel a personas que asocian la economía con la gestión de la naturaleza, con el impacto ambiental, con la gestión de los recursos naturales, con la ética.

Estos son premios que tienen un doble sentido, pues se suelen otorgar a profesionales de la economía de un país, quienes asocian progreso con producir más, y más barato, disociando la naturaleza del aparato productivo, y aparte se otorgan en un entorno de países cuyos dirigentes han ignorado el cambio climático y sus efectos. Incluso el señor Trump niega contrapartidas económicas para frenar los aspectos más negativos sobre el clima y la naturaleza.

Los profesores William Nordhaus y Paul Romer, en su recorrido científico y profesional en las universidades de Yale y Nueva York, han diseñado modelos de crecimiento económico contando con el medio ambiente y con los retos que impone la tecnología, para lograr sociedades más equilibradas en términos de bienestar, el cambio tecnológico y el dominio de la naturaleza, las máquinas y la ética, la separación de los costes económicos y los costes ambientales.

Nodrhaus ha trabajado el concepto de la factura ambiental, desde el cual se propone que se fijen aranceles a aquellas empresas y países que contaminan más, es decir, que el mercado regule los derechos de emisión de CO2, para así controlar a empresas y países que contaminan más, aquellos que no hacen nada frente al cambio climático y son insolidarios con los temas ambientales.

Estos dos norteamericanos no nos dicen cómo producir más y más barato, sino cómo contaminar menos, incorporando modelos que valoran el peso de los costes ambientales, en un mundo en el que todos asocian los efectos del cambio climático y sus consecuencias, pero miramos para otro lado.

Nos dicen que en el año 2017 tuvimos el consumo récord de petróleo, y que más del 80% de la energía del planeta procedió de esta fuente, ya que las energías alternativas continúan en minoría.

En Canarias miramos para otro lado, aunque ahora vemos algunos molinos y paneles. Sin embargo, en nuestros supermercados, una gran parte de los productos podríamos conseguirlos aquí con menos huella de carbono. Más de sesenta millones de kilos de papas, unos 50 millones de litros de vino, qué decir de las manzanas y otras frutas de Chile, o los kiwis de Nueva Zelanda. Mientras, nuestros campos están cubiertos de maleza, y los índices de paro y pobreza revelan que el modelo productivo y ambiental tiene que mirar también para un campo descapitalizado y deshumanizado, de tal manera que hacemos una lectura de los supuestos agricultores y la edad de los mismos.

En gran parte de las islas occidentales las mejores tierras agrícolas son zarzales, cañeros, helechos, tojo, rabo de gato, etc., o bien en las orientales son aulagas y tabaibales.

No vivimos solo un despilfarro energético -como bien plantean los nobel cuando nos hablan de la huella de carbono-, aquí y ahora nos hemos alejado de la naturaleza, de la agricultura y del medio ambiente. El estómago y el sentido común nos deben hacer reflexionar. Los nobel de Economía lo hacen desde una atalaya de mayor relevancia que la nuestra.

Parece claro que hemos de separar crecimiento económico de progreso, entrando en los costes ambientales. Se impone una filosofía más solidaria con la naturaleza y con nosotros como comunidad. Que el "quien contamina paga" sea algo más que un spot publicitario. Cuestiones como la huella de carbono de los productos alimentarios, o la apuesta por los alimentos km 0 (obtenidos en nuestros entorno más cercano, con consecuencias positivas sobre el medio ambiente), no son ya el futuro, sino el presente, y suponen una gran oportunidad para defender y poner en valor los productos y la actividad agropecuaria del Archipiélago. Cuanto antes nos demos cuenta, antes pondremos en marcha líneas de trabajo y políticas en esta dirección.

Estos son unos economistas que no hablan de política monetaria, de inversión, sino que hablan de ética, de costes ambientales y de solidaridad planetaria con la humanidad. Orientemos nuestras políticas alimentarias en esta dirección.

viernes, 12 de octubre de 2018

Fuencaliente: ni campesinos, ni camareros

Cuesta comprender lo que ocurre en un territorio como La Palma, más concretamente en Fuencaliente; cómo entender que el mayor municipio turístico de la Isla pierda población. En los últimos años tiene una difícil explicación que no tengamos vinos malvasía en el Bar Parada por agotamiento de la cosecha, que gran parte de los viñedos carezcan de cuidados, o que los pinos y los matorrales rodeen gran parte de las zonas pobladas. Todos estos son indicadores de que la cultura económica y la medioambiental no miran para el territorio.

Que un municipio con más de 1.500 camas turísticas no genere empleo para sus 1.800 habitantes -a los que hemos de incorporar unas 200 ha de plátanos-, indica que tenemos un alejamiento entre trabajo y territorio. ¿Qué decir de la pérdida de más del 50 % de la superficie cultivada de viña en lo que va de siglo XXI, quedándose con unas 150 ha?

Hace falta armonizar la bandeja y la guataca. Ambas son posibles y complementarias, turismo y agricultura, paisaje y productos de la tierra.

La viña es una forma de hacer productivos suelos que tienen dificultad para otros cultivos. Es también paisaje y, lo más importante, es protección contra el fuego al tener los campos limpios de maleza, manteniendo alejados los pinos de las casas. No olvidemos que estamos ante el que fue el mayor municipio productor de vino de La Palma, exportando a Cuba hasta la primera mitad del siglo XX, y construyendo en los años 40 la mayor bodega de Canarias.

La viña es cultura del territorio, no sólo por lo dicho anteriormente, sino por la adaptación de plantas a los distintos suelos y medios, desarrollada a través de los conocimientos empíricos de los agricultores, de gran valor para optimizar recursos. De hecho, esto ocurre con la malvasía de Los Llanos Negros, que es una planta exigente en calor y humedad, cultivada de secano, dado el manejo aprendido por los agricultores, con aplicación de una gran sabiduría para conseguir una cosecha de gran calidad, lo que llamaríamos el néctar de los dioses.

Sabiduría, trabajo, ilusión, conocimientos de ayer útiles para el mañana. Este es el legado que debemos proteger.

Viña, incendios y rabo de gato. Antaño, la viña rodeaba las zonas pobladas, siendo la línea de defensa de la población en su interior. Con el abandono de las zonas altas, -las que tienen más posibilidades de cultivar ante el cambio climático-, se incrementan los matorrales y, en particular, los pinares, que rodean incluso el núcleo central del pueblo. Unido a ello, se pierde la producción de uva blanca, de gran demanda en el mercado.

En las zonas bajas, el abandono de la viña genera un espacio para la expansión de especies invasoras, en especial el rabo de gato, al mismo tiempo que genera más condiciones adversas a los agricultores que quieren mantener los cultivos ante la agresión de los depredadores (ratas, conejos, mirlos, etc.), arruinando un patrimonio productivo de años.

La viña es parte de la historia del sur de La Palma, y parte de la identidad de Fuencaliente. Una planta adaptada a suelos pobres, que consigue domesticar los malpaíses, consiguiendo producir un vino de una calidad extraordinaria, agotado este año, incluso en el Bar Parada, la mayor referencia en productos gastronómicos autóctonos, como los almendrados, y punto de encuentro para la degustación del malvasía.

Otra de las actividades económicas del municipio son algo más de 200 ha de plátano, que generan más de 300 puestos de trabajo.

Qué decir de las más de 1.500 camas turísticas, con una minoría de trabajadores locales. ¿Cómo podemos entender que un pueblo que reúne un potencial de estas características pierda población, o incluso tenga población parada? Un territorio de los más ricos de La Palma con menos de 1.800 habitantes. Tenemos un desequilibrio entre la realidad económica y lo que propone el sistema cultural, educativo y formativo, que cultiva o embrutece nuestras mentes.

Fuencaliente es un vergel con posibilidades con las que jamás contó dicho pueblo, machacado por el vulcanismo más joven de La Palma, sin un manantial que humedeciera la sed.

La explicación solo tiene una lectura cultural, de una sociedad que ha devaluado el trabajo, la naturaleza, el compromiso, estableciendo como valores mitos y leyendas que vienen del exterior, de eso que llaman globalización.

¿Cuántas calorías quemamos en una prueba de la Transvulcania? ¿Cuántas en limpiar la yerba en una fanega de viña? ¿Cuál es el valor de las uvas producidas sin agroquímicos, sólo con azufre, en Las Chamusqueras? ¿Hemos confundido valor y precio?

La naturaleza, la lucha contra el fuego, no es cosa de drones y otras máquinas, es cosa de prevención, de compromiso ambiental, cosa que hacen los campesinos.

viernes, 5 de octubre de 2018

Venezuela "saudí" o "somalí" y Gallegos

Gallegos no es sólo un territorio marcado por dos barrancos, de los más profundos de Canarias, en el que se ha mantenido una comunidad vecinal, endogámica, formando un oasis de regadío-secano, de los más importantes en el norte de La Palma (hoy tiene el mayor cultivo de ñame de Canarias), gracias a los manantiales de El Roque de Los Árboles, canalizados hace más de cien años. Además, es uno de los caseríos mejor conservados, con casas fabricadas por los indianos en la primera mitad del siglo XX, con marcada diferencia con el entorno (casas de dos plantas con teja francesa o árabe).

En Gallegos -que tuvo un molino de gofio movido con agua y un amago de trapiche azucarero en el llamado ciclo cubano de la economía española, situación que se produjo a comienzos del siglo XX ante la crisis de los canarios en Cuba-, surge ahora otra coyuntura internacional que nos hace mirar para casa y revalorizar lo pequeño, lo local, lo de aquí. He visto que hay sorribas en Gallegos, cosa que no ocurría desde hace más de 50 años. Espero que sean las nuevas semillas, que siembran un campo con más optimismo para Canarias.

Venezuela "saudí" y Gallegos. Este caserío perdió el ochenta por ciento de la población en el transcurso de 70 años, con destino mayoritario a Venezuela, pasando de unos 1.000 habitantes a unos pírricos 200. Antes de Chávez y Maduro, lo que llamábamos la "Venezuela saudí" -apariencia de riqueza y mucha farándula, sueños sin límites, imitación a los jeques del petróleo, etc.- vació Gallegos de campesinos, ante el espejismo de riqueza. Las zarzas y las tabaibas, o el monte, cubrieron las huertas de los campesinos que ahora imitaban a los jeques, mientras aquí las casas se caían.

Venezuela "somalí" y Gallegos. Parece que solo aprendemos con el estómago vacío. Una parte de las huertas las cultivan ahora los pocos que resistieron, si bien se incorporan también los nietos de la Venezuela de los dólares, que comparamos con lo más pobre de África. Ello hace que Canarias tenga la mayor comunidad de canario-venezolanos de España, unos 40.000. Aquí y ahora, hay que mirar para adentro, para las raíces como pueblo, en el que el ayer y el mañana son parte de un futuro más solidario socialmente y también ambientalmente.

En Venezuela no sembraron el petróleo, como planteaba el profesor Uslar Pietri. Y aquí, ¿estamos sembrando el turismo en Canarias?

Otro modelo es posible. Agricultura, turismo y ganadería son básicos. Una economía diversificada, con mejoras sociales, abriendo el colegio hoy cerrado, ofreciendo alimentos de la tierra, casas de turismo rural y dignificación social y económica del trabajo, separando el trigo de la paja. Las ayudas sociales para los que las necesitan, el resto trabajando, dignificando el esfuerzo, como los que cultivan ñames en Gallegos, muchos de los cuales han sido echados de la Venezuela "somalí", hija de la Venezuela "saudí", que maltrató el trabajo y el esfuerzo.

Los gallegueros de los ñames, y los que mejoran las viviendas, me dan optimismo. Otra Canarias es posible y necesaria, para unas islas y sus gentes, en una sociedad más justa y ambientalmente sostenible. ¡Enhorabuena gallegueros!