lunes, 23 de octubre de 2017

El fuego: las máquinas y el arado

En la segunda semana de octubre la naturaleza nos ha dado un tirón de orejas. Las máquinas y los bomberos no pueden con el fuego. Portugal, Galicia, California, son ejemplos de libro. No todo es cambio climático y pirómanos, temas importantes, pero el hombre, su cultura, la gestión de la naturaleza, la máquina como máxima expresión en California, con equipos aéreos y terrestres, desde los medios propios de un país cargado de recursos, con aporte incluso de Australia y Canadá, desalojando más de cien mil personas, miles de casas quemadas, víctimas humanas.

California, Galicia y Portugal han puesto de manifiesto que las máquinas no son suficientes, y, lo que es peor, han creado una dependencia que hipoteca la seguridad de una población. Se confía y se hace dependiente de la supuesta garantía que ante el fuego dan dichos aparatos a los que confiamos nuestra integridad física poniendo mayores recursos económicos en la extinción, y muy pocos en la prevención (también llamada extinción de invierno), ignorando la sabiduría de antaño, es decir, la limpieza en la estación húmeda de lo que ahora llaman combustible, antes pasto para el ganado, hojas secas para camas de los animales, leña para el fuego, etc.

Los ejemplos del monasterio orensano de Osera, con más de seiscientos años, desalojado estos días, ya que los medios mecánicos y aéreos no pudieron garantizar la seguridad de los monjes, pone de manifiesto los puntos débiles de los sistemas actuales, ya que hasta ahora los pastores y campesinos tenían limpios los entornos de dicho monasterio. Qué decir de un parador de turismo en Tejeda, quemado ante la falta de limpieza de la maleza de su entorno.

Fuego y cultura.- La sociedad urbana ignora la relación del hombre con el entorno, no solo confiando en las máquinas, sino ignorando que los usos que se hacen del medio rural tienen un importante papel de armonía: pastos, cultivos, economía complementaria, agricultura y ganadería, vivienda y entorno.

Ahora existen residentes en el campo sin vínculos con la tierra, caso de California, o bien las pequeñas explotaciones familiares agroganaderas de Portugal, Galicia o Canarias, que entran en crisis pasando al monocultivo del eucalipto, la madera y la crisis de los usos tradicionales.

Aquí, los cultivos tradicionales hacen que tengamos numerosos pueblos rodeados de zarzas, helechos, hinojos, tojo (espino), granidellos, etc.

En Galicia se llegaron a plantar, cual lechugas, más de dos mil eucaliptos por hectárea para la producción maderera. Y más preocupante es Portugal, donde casi todo el monte se ha privatizado, estando ahora en manos de la industria maderera. A esto hay que contraponer el bajo presupuesto que se está dedicando a la prevención, teniendo ya el caldo de cultivo para la situación que se está viviendo actualmente.

Aquí y ahora necesitamos otra política (agroambiental) que potencie los cultivos y los usos ganaderos, con penalización para los campos sin labrar, poniendo más recursos en la prevención, aportes económicos a las familias que labren los terrenos, cambios que mejoren el pastoreo y el medio ambiente, acuerdos con pastores que retiren pastos de los entornos forestales, cortafuegos, etc. Qué decir de obligaciones de limpieza del entorno a las viviendas, con entornos limpios de vegetación al final de la estación húmeda. En definitiva, poner más recursos en la prevención, un pacto con los agricultores y ganaderos en la gestión de la naturaleza, los campesinos como aliados ambientales, con aporte económico y menos burocracia papelera.

Entre Portugal, Galicia y California se han quemado más de quinientas mil hectáreas y han perdido la vidas más de cien personas, esperando por la lluvia para controlar los incendios. Es un ejemplo del fracaso de un sistema que ha confiado en las máquinas, olvidando la cultura del arado y los campesinos.

El fuego en las puertas de Vigo o cortando las autopistas de California son ejemplos de libro de lo que no se debe hacer. El monasterio de Orense nos da una lección de la eficiencia de la cultura de ayer ¿Cuándo éramos pobres?

martes, 10 de octubre de 2017

Medioambiente: algo más que fechas y cartera

Esta semana concluyeron las campañas de incendios de manera oficial -un año "afortunado"-. Sin embargo, la naturaleza y los peligros de los incendios no entienden de almanaques. No podemos desmovilizar unos recursos humanos y materiales básicos en una isla cargada de lo que ahora llaman combustible.

¿Podemos desmovilizar unos medios que, ya de hecho, son reducidos para cuidar del 60% de la superficie insular? En el caso de Tenerife, este ha sido uno de los años más secos de los últimos cincuenta, y en el que, a las más de 50.000 ha de monte en las que hemos tenido peligro, hemos de añadir algo más de 120.000 de erial y tierras de cultivo abandonadas. Es decir, de las casi 200.000 ha de la isla, tenemos riesgo de incendio en más del 60% del territorio, incluyendo núcleos de población rodeados por grandes matorrales que son consecuencia de la crisis agraria y las limitaciones que hemos puesto a los usos ganaderos. Como ejemplo de este año seco, podemos observar el promedio de lo que ha llovido en Aguamansa (municipio de La Orotava, altura 1.070 m), que está en torno al 50% de la pluviometría media del entorno, ya que en lo que va de año solo han caído 251 litros, es decir, 30 litros mensuales, cuando los registros de la zona superan los 60 litros.

Entendemos que hemos de habilitar otra política que potencie la agricultura y la ganadería en los espacios próximos al monte, con medidas de obligado cumplimiento en los entornos urbanos y los barrancos, con aportes económicos para los que cultiven y tengan los campos limpios, y medidas que penalicen los campos balutos. Un marco teórico con recursos económicos en la política ambiental que no sea todo en cuadrillas y helicópteros o drones, es decir, un campo humanizado, con campesinos como gestores con responsabilidad, no solo como agricultores y ganaderos, sino también como gestores ambientales.

Los últimos incendios en California y Tamarán indican que la herramienta básica contra el fuego es la prevención. En Gran Canaria nos ayudó la tímida lluvia. Aquí y ahora, octubre y el Alisio favorecen que las noches sean frescas, pero tenemos una vegetación maltratada por un invierno seco y un verano duro y largo.

El almanaque y la cartera no pueden hacer de frontera. Hasta que nos visite la lluvia tenemos que mantener todos los recursos existentes hasta ahora, y no dejar en manos de la suerte un tema de gran riesgo y responsabilidad. Quiero pensar que los responsables políticos cambiarán de actitud, no mirando para el almanaque y, asumiendo que la naturaleza y los peligros del fuego sólo los aplaca la lluvia o la retirada de combustible, tema este importante, ya que eso requiere poner en la piel de las islas miles de campesinos con importantes rebaños de ganado.

Está en nuestras manos mantener los recursos que hemos tenido durante el verano y desear que las cosas se mantengan como hasta ahora. No olvidemos que en España se han quemado más de 100.000 ha solo hasta mediados de septiembre. Entendemos que la situación de riesgo es similar en las cinco islas occidentales.

¿Don Alisio nos da tranquilidad? Pero ¿don Siroco nos ha dicho que no vuelve? Y ¿nuestros campos están labrados, pastados, limpios, cargados de campesinos y pastores? Tan siquiera los medios que teníamos hasta ayer, día que finalizaron unos contratos laborales… ¿De verdad? ¿Hemos recogido la cosecha?

El cambio climático y el cultural también nos obligan a leer otro almanaque. No asociemos los peligros del fuego solo al ámbito forestal, ya que la interfaz entre lo urbano y lo forestal tiene gran peso en Canarias. El abandono de los montes y de las tierras labradas (balutas) con una población dispersa, sumado a la sequía, nos hace mucho más frágiles ante los incendios, que ya no son solo forestales, para convertirse en una emergencia civil.

Dejemos de "ordeñar" whatsapp y leamos el territorio con ojos de campesino desde Tenteniguada a Sabinosa.

domingo, 1 de octubre de 2017

Plátano y reutilización del agua

La semana anterior hablábamos del uso urbano del agua, pero también hemos de hacer una lectura del papel que juega la agricultura en el ámbito de la reutilización. En relación a este sistema hemos tenido un recorrido adverso por, entre otras cuestiones, barreras culturales y ambientales.

Debemos asumir que es un debate económico y cultural que hay que mantener, tomando como punto de partida que la reutilización de las aguas urbanas es un hecho en otras zonas. Desde los usos que hacen los cosmonautas hasta la rica California, y qué decir de los usos de esas aguas en las cuencas de los grandes ríos, con zonas industriales como es el caso del Rhin o el río Amarillo, donde a la materia orgánica hemos de añadir los metales pesados generados.

Canarias y las aguas depuradas han tenido un recorrido importante en las últimas décadas del s. XX, en las que Tenerife fue pionera con una obra de trasvase como la de Santa Cruz-Valle San Lorenzo, con un acueducto de casi 1.000 m3/hora. Esta situación permitió mantener y potenciar el regadío de casi 1.000 ha de plátanos en una época de expansión del turismo y descenso significativo de los caudales de galerías y pozos en el sotavento insular.

Como vemos, hemos pasado de comprar once pipas, con lo que obteníamos en un marco económico de difícil salida para los plátanos, a ponernos en una situación de no cubrir ni tan siquiera los costes de una pipa del líquido elemento, tanto en Tenerife como en Gran Canaria. En el caso de La Palma y La Gomera la situación es algo mejor, comprando en algunos casos hasta dos pipas por kilo de plátanos.

Entendemos que el cultivo de los plátanos ha de reutilizar aguas depuradas, dado el volumen que se vierte al mar y el bajo porcentaje de platanera que reutiliza aguas depuradas, que no alcanza el 15% del cultivo. No olvidemos el deterioro de los acuíferos, siendo la fuente más abundante las aguas depuradas.

Mientras la rentabilidad de un kilo de plátanos no llega ni a cubrir el coste de una pipa de agua, vertimos cada año al mar o a los acuíferos del interior de las Islas más de 150 millones de metros cúbicos. Está en nuestras manos el uso racional de los recursos con la reutilización de las estaciones de bombeo: agua, tierra, naturaleza.

La depuración y el reaprovechamiento del agua es una asignatura pendiente en Canarias.