viernes, 25 de enero de 2019

¡Labrando en el mar!

Estos días, un amigo que ha vivido y sufrido los problemas del campo y la sociedad de Venezuela, leyó los últimos artículos sobre "Canarias: Campo y campesinos", y me dice: "¡Sigues labrando en el mar!"

Un planteamiento que me hace reflexionar, ya que dado el recorrido, la siembra y la cosecha del amigo, con toda seguridad tiene razón. Siempre hemos tenido sembradores en tierras baldías, desde el Antiguo Testamento, pero gracias a la voluntad de superación y las semillas que han caído en suelo fértil, la humanidad ha mejorado.

Aquí y ahora, el campo y los campesinos continuarán sembrando y cosechando, aunque algunas semillas caigan en campos de zarzas y otras malezas, con un apagón de ideas y de compromiso. Hacia el campo y los campesinos, apoyados por cabezas y estómagos que se alimentan de los excedentes y el "dumping" de la llamada globalización, que aquí -como ocurre en la llamada "Venezuela Saudí"-, ahora paga por un kilo de frijoles negros millones de bolívares que suben el coste más del 6% al día.

Ante la deriva de la crisis del campo y los campesinos maltratados de un país que ha sembrado en el mar las ideas básicas para producir alimento, y los estímulos a los campesinos en el campo fértil venezolano, huérfano de campesinos ante el maltrato sufrido, ya que no sembraron el petróleo, sembraron espejismo, embrutecimiento. ¿Estamos nosotros sembrando turismo?

Con estos surcos pretendemos sembrar en tierra, no es una siembra de nostalgia, es compromiso, oportunidad, pensar en el futuro, mirar para afuera para integrar, para dentro, como hemos hecho con las papas de o con los boniatos. También mirar para atrás para no perder la memoria, mirar para adelante para sembrar porvenir.

El campo en Canarias es mucho más que unos surcos arañados en la piel de las islas, mucho más que buenas declaraciones y de mirar para la despensa. Ahora, aprovisionados, en muchos casos, con excedentes de los mercados del mundo, aprovechando coyunturas del mercado mundial en las que las tecnologías del frío y la génica han favorecido esta situación, desarticulando la cultura agraria, de gran talento, gestionando un medio con dificultades.

El paisaje campesino canario es un patrimonio en peligro de extinción. Leamos lo que hicieron nuestros campesinos en Cuba y Venezuela. Es precisamente la falta de campesinos parte de los problemas en el abastecimiento de Venezuela, y ahora los estamos perdiendo tanto en Canarias como en Venezuela. Aquí tenemos euros para importar, en Venezuela el manantial del petróleo no da para todos, incluida la mala gestión.

Los surcos no son en el mar, el paisaje y el paisanaje campesino no debe estar en peligro de extinción. El campo es parte del ser y del estar como pueblo, nuestro campo, los frutales y cultivos aclimatados en Canarias están cargados de equivocaciones, de erres y acuerdos de un pueblo a lo largo de los años, pero también de ilusiones y fracasos que nos han dignificado como pueblo, como comunidad que tiene un patrimonio agrario de los más ricos del mundo. Falta solo la cultura de arroz y la soja en todas las grandes culturas agrarias del mundo: maíz, papas, trigo, higuera, vid, frutales tropicales y templados, etc.

Hace algo más de 45 años, el periódico EL DÍA me prestó unos surcos de papel que he sembrado con el cariño que aprendí en el faro de Barlovento, con una guataca hecha en la Herrería de Martiniano, con un cabo de aceviño en los "huertos escolares" de la época , en muchos casos descalzo. Ahora, Barlovento tiene agua, comunicaciones, pero no tiene campesinos. Tenemos un pueblo con recursos que no hace surcos, en tierra, ha perdido el 50% de la población porque no mira para dentro. No peleamos por la dignificación del campo y los campesinos. Sean estas líneas de homenaje y respeto a los que hicieron las galerías de agua de 46 kilómetros y a los que sorribaron más de 300 hectáreas.

No labremos en el mar, tenemos tierra y agua, faltan ilusiones, compromiso de futuro, tenemos gran parte de lo que carecíamos en los años 40 y 50, cuando emigraron a Venezuela el 20% de los jóvenes del pueblo. Sembremos ilusiones, hagamos surcos en tierra. ¡No labremos el mar!

viernes, 18 de enero de 2019

Canarias:campo y campesinos (y III)

Hemos de insistir en que la crisis de nuestros tiempos no solo es la económica, del PIB, o la del campo, es sobre todo cultural. El esfuerzo y la penuria de los campesinos la superan en muchas ocasiones nuestros jóvenes: los surferos ante montañas de mar, los maratones en nuestras montañas trasvulcánicas, el parapente, el barranquismo. Esfuerzo y riesgo sin contrapartidas económicas, moda, prestigio social, etc.


La alergia al sacho, la devaluación de lo rural, las modas urbanas, la calidad de vida en los pueblos, la lectura de ayer, la devaluación del pasado, la ruptura con nuestra historia, con nuestras raíces. La hija no entiende a su padre cuando le cuenta la vida de su abuelo, ya que vive en las modas y los modos urbanitas de la sociedad actual.

Los datos del paro son un claro ejemplo de la devaluación del agro, en proporciones preocupantes, ya que existe una carencia de capital humano que gestione el suelo y el agua, unos recursos que son escasos en Canarias. ¿El sacho como pasado y el gimnasio como futuro? Veamos: de los 200.000 parados de Canarias, aspiran a trabajar en la tierra, según las encuestas, unos 5.000, es decir, el 2,5%, el resto aspira a actividades principalmente en los servicios, trabajos que en muchos casos no están mejor pagados que en la agricultura.

Recursos, sueños e ilusiones. El campo canario, como la agricultura en todo el planeta, es una actividad cargada de esfuerzo, pero también de sueños e ilusiones. Pasar de cazadores/recolectores a agricultores/ganaderos ha sido uno de los saltos más grandes que ha dado la humanidad. Aquí y ahora, hemos devaluado el campo y, en consecuencia, a los campesinos, creando un espejismo de derechos sociales que nos pasarán factura.

Hay numerosos pueblos en los que el número de parados supera al de agricultores, al tiempo que se encuentran tierras fértiles en completo abandono, con numerosos jóvenes esperando por unos contratos de pan para hoy y hambre para mañana.

Veamos algunos casos de libro en Canarias. En La Gomera tenemos dadas de alta en agricultura a 155 personas (entre asalariadas y autónomas), mientras las desempleadas superan las 1.300. Qué decir de las tierras de cultivo, ociosas, como gran parte de las presas, que apenas utilizan el agua, y cómo tenemos los cañeros y otras plantas invasoras en las tierras de cultivo. Qué decir de la dependencia del exterior, hasta en los berros para el potaje y el agua para las ranas.

La Palma es otro ejemplo que pone de manifiesto que el modelo hace aguas, aunque en esta isla tengamos el 20% de la superficie regada de Canarias, con más del 20% de las aguas no industriales, y con apenas el 3% de la población del Archipiélago. Los más de 2.000 agricultores de este territorio, más del 10% de los activos agrarios de las Islas, se nos ponen cuesta arriba cuando leemos el número de parados, algo más de 8.000, lo que pone de manifiesto un problema serio en Canarias.

Si ponemos el acento en las discrepancias entre los recursos y la población, hablar de paro y autoabastecimiento requiere otra política agroeducativa que armonice la población con el entorno.

Nos hemos equivocado, hemos educado a nuestros hijos para alejarse del campo, lo que, en el caso de La Palma, tiene una doble lectura; dejar la Isla para ir a las mal llamadas islas mayores, hace unos años nos dio oportunidades; ahora, sin embargo, éstas últimas tienen una peor relación población recursos, mantenido con el pegamento urbano, de una cultura que ha devaluado el campo y lo rural.

El campo palmero se revalorizará cuando revaloricemos la vida en los pueblos, dignificando el campo, la naturaleza, con un desarrollo adecuado de las costumbres, incorporando la producción local, dignificando lo que hacen y producen en los pueblos, revalorizando los valores y la calidad de vida en los pueblos, su naturaleza.

Los sueños que presentan nuestros jóvenes en la oficina de empleo muestran que más del 60% aspira al comercio, dependientes, personal de limpieza, camareros. El campo es cosa del ayer. Un modelo cargado de espejismo, en una sociedad que no mira para el suelo, para la naturaleza, que ignora la historia de estas islas a lo largo de más de 500 años, generando en estos momentos el mayor cambio socioeconómico en la vida de este Archipiélago, al que se une la presión demográfica -el 20% de los parados no nacieron en Canarias-, no olvidemos que hemos doblado la población en 50 años.

Hemos olvidado gran parte de los códigos del campo, mucho más complejo de lo que creen los urbanitas.

El campo y la ciudad han de ser compatibles y solidarios, lo otro es espejismo, importamos alimentos y sueños.

viernes, 11 de enero de 2019

Canarias: campo y campesinos (II)




Leer los datos sobre la población activa y el sector agrario en Canarias pone bajo lupa una crisis muy seria, ya que el recurso del suelo cultivado y el medioambiente lo dejamos sin gestores. No digamos la fragilidad en la dependencia de alimentos del exterior, unido a la separación entre la población y el medio en un territorio insular, en el que la mayoría de los casos nuestra población fue domesticando la naturaleza , incorporando plantas y animales al medio isleño, desde el pastoreo a la domesticación de las plantas tropicales o templadas, tanto en medios húmedos como en suelos pobres o carentes de humedad, desde El Hierro a Lanzarote, desde las batatas tropicales a los castaños y nogales.




El cuadro anterior sobre la población activa en Canarias nos da una lectura preocupante: asumir que el campo canario lo gestionan menos de 30.000 personas, aunque también contemos con que hay una población de fin de semana y pensionistas, jugando cierto papel en la realidad social de las Islas. Sin embargo, la pérdida de superficie labrada es contundente, hemos pasado de más de 150.000 hectáreas en 1960, a situarnos en unas pírricas 45.000 en 2018, con la desaparición de los secanos en las Islas, quedando como cultivo sin riego unos campos de viña y un porcentaje reducido de papas, complementado con algo de cereal.

Hemos de tener presente que gran parte de los terrenos sin cultivos acaban siendo matorrales en muchos de los casos, lo que conlleva problemas serios en cuanto a la generación de incendios, y para la conservación de nuestros bienes forestales. En el caso de la superficie forestal, tenemos la mayor masa de vegetación en muchos años, superando las 135.000 hectáreas, es decir, un espacio como la isla de Tamarán o más del doble de La Palma.

Superficie carente de gestores, ya que la plantilla para la gestión forestal no alcanza los 1.700 operarios, mientras se está perdiendo gran parte de la actividad complementaria que ayuda y tiene un gran papel en la gestión y limpieza del monte, como es la agricultura, la ganadería, o en otros casos con la labor de pastoreo, que ayuda retirando vegetación en los entornos forestales.

Los activos agrarios y la superficie cultivada nos obligan con urgencia a una lectura que proponga, en el plano económico educativo, medidas que estimulan la incorporación de jóvenes al medio rural. En el pasado año se han incorporado tres centenares de jóvenes, con apoyo económico por parte de la Consejería de Agricultura, pero sigue siendo urgente la incorporación de nuevos equipos humanos, con ilusión y compromiso, con garantías para los productos locales y donde la economía, para los que hacen surcos, tenga también una valoración positiva por parte de la sociedad, que dignifique el trabajo, el esfuerzo, lo pequeño, lo local.

Leer lo que ocurre en nuestros pueblos es preocupante. Ver las contradicciones entre los altos niveles de jóvenes desempleados que solicitan ayuda a los bancos de alimentos, mientras muchas tierras están abandonadas; o la contratación temporal e insuficiente de cuadrillas mediante convenios, donde supuestamente se contrata a peones agrícolas, pero el trabajo que hacen es de barrenderos. Mientras, se extiende el rabo de gato en las tierras balutas, quedando los campos intransitables cubiertos de zarzas. También traemos papas de importación, manzanas, pienso para perros y gatos, mientras nuestro campo se queda sin campesinos.

Leamos el cuadro de los activos agrarios, está en nuestras manos cambiarlo. La defensa del campo y la agricultura no es cosa de drones, sino de campesinos.