domingo, 26 de marzo de 2017

El escándalo de la carne de Brasil: nueva pista de por dónde no debe ir nuestra alimentación

Estos días surge en Brasil un tema sobre la adulteración de los alimentos que, pudiendo sonar recurrente, supone en este caso una novedad, al tratarse del mayor exportador de carne del mundo, con cuantías que superan los 14.000 millones de dólares. La situación hace que numerosos países suspendan la compra (China, Chile, Corea del Sur...). La UE está a la espera. El presidente Temer lo reconoce.

¿Qué decimos en Canarias? ¿Cuántos kilos nos han tocado? Estamos convencidos de que, más que lamentos, debemos aprovechar esta crisis para replantearnos nuestro sistema alimentario. Para mejorar nuestra alimentación, y no ser víctimas de sistemas de producción inseguros, la única solución es sembrar y plantar en nuestra tierra para ser menos dependientes. La situación actual es que hemos de importar más del 80% de lo que consumimos del sector ganadero, exceptuando huevos y queso. Tenemos condiciones en las Islas para producir aquí más de 40 millones de kilos de carne que ahora importamos, y qué decir de otros productos, como la leche.

Otra lectura del agro.- Leemos cómo en Alemania un alto porcentaje de los huevos que consumen se obtienen con gallinas camperas (8 m2 por gallina), o cómo incluso McDonald's presenta en su menú huevos de gallinas criadas fuera de las jaulas, dando una enorme importancia a las producciones de origen local.

En Canarias en estos momentos, sin embargo, la situación es que gran parte de las instalaciones ganaderas están supuestamente fuera de la ley, por un marco urbano ambiental que trata a los ganaderos como si fueran delincuentes (miles de granjas alegales). Espero que con la nueva Ley del Suelo mejore la situación para los ganaderos y agricultores.

Estas líneas no pretenden mirar para Brasil ni preguntarnos cuántos kilos nos han tocado -con lo grave del asunto-. Creemos que el Gobierno de Canarias está en la obligación de crear condiciones jurídicas y económicas para que nuestros jóvenes miren para el campo, que seamos menos dependientes del exterior, y para ello estamos convencidos de que tenemos posibilidades, cultivando forrajeras, bien con riego, aguas depuradas, bien pastos de las medianías (que actualmente son un peligro de incendios por el abandono durante largos veranos canarios) o contribuyendo a mejorar el pastoreo, etc.

Una parte de la ganadería tiene que ver en todo el mundo con forrajes importados. Aquí y ahora genera menor dependencia del exterior la utilización del estiércol para la agricultura local, la creación de puestos de trabajo y, sobre todo, la garantía de la calidad alimentaria que ahora no tenemos. El debate sanitario es importante, pero entendemos que hemos de crear condiciones para que no tengamos que importar en Canarias más de cien millones de litros de leche. La misma reflexión se puede hacer en el caso de las importaciones de carne de vacuno. Lo que nos parece más grave es que una parte importante de las importaciones de Canarias provengan de terceros países sin pagar ningún arancel, mientras que para entrar en el resto del continente europeo sí lo tienen que abonar; aquí y ahora no podemos decir a nuestros jóvenes que miren para el campo con este marco económico y jurídico, que penaliza que un gallo cante de madrugada y que importa sin consideración a la producción local. La UE importó en el año 2016 algo más de 2.500 millones de dólares solo de carne de pollo de Brasil.

La crisis de Brasil es una situación plantada y sembrada en un modelo industrial, aplicando al mundo rural desforestación, cultivos intensivos de soja u otras forrajeas, con un proceso industrial implementado a toda la actividad. El modelo utilizado fabrica leche y carne como si se fabricasen tornillos, en un campo deshumanizado, sin campesinos.

Las gallinas camperas de Alemania son una reacción más acorde, con otro modelo más humano y más sostenible. El discurso oficial de la UE, en su apuesta por la producción local y por una manera diferente de hacer las cosas, debe tener reflejo en el marco que se aplica.

La crisis alimentaria surgida hoy en Brasil pero mañana en cualquier otro lugar ha generado un debate que es muy positivo, porque nos vuelve a dar la oportunidad de pensar qué estamos haciendo en Canarias con nuestro sistema agroalimentario, por qué aquí aplicamos unas varas de medir a los ganaderos locales, y somos muy tolerantes con lo que importamos, por qué le ponemos unas condiciones muy rígidas a nuestras explotaciones ganaderas.

Tenemos que pensar si debemos seguir viviendo sin agricultura y ganadería en Canarias. Tenemos razones para mirar a un campo más solidario con nuestro pueblo, y solo es posible apoyando la producción local y defendiendo los alimentos frescos de la tierra en una sociedad más solidaria. Ello requiere que, de manera urgente, revisemos los marcos normativos que regulan la producción y la alimentación en Canarias, y que los adaptemos para priorizar el producto local. El escándalo de la carne de Brasil es un ejemplo más de que poner en manos de países con mejor seguridad alimentaria y menores exigencias sanitarias, medioambientales o laborales no es el camino correcto. Espero que, esta vez sí, lo entendamos y empecemos a enderezar el rumbo.

domingo, 19 de marzo de 2017

Las papas y el "brexit"

La cultura de la papa ha tenido un gran arraigo en Canarias, siendo una referencia las variedades andinas cultivadas en las Islas desde el s. XVI (papas de color). Tengamos presente que las papas, el gofio y los productos ganaderos y pesqueros han sido la base de la alimentación de los canarios durante más de cuatro siglos.

Los ingleses y las papas.- Hemos de tener presente que en las últimas décadas del s. XIX, Inglaterra introduce un nuevo ciclo en la exportación de las Islas (tomates-plátanos-papas), incorporando en las Islas numerosas variedades mejoradas en el Reino Unido, haciéndonos dependientes de semilla inglesa a lo largo de 127 años. En un primer periodo exportaban las Islas papas tempranas de enero a junio hasta 1973, año en que Inglaterra se incorpora a la CEE, rompiendo con casi cien años de abastecimiento canario de papas tempranas. Se da la situación de que los ingleses venían comprando papas del área externa de la CEE con importantes partidas de Egipto y Chipre, para las que habían negociado aranceles un 50% más bajos de los que aplicaban a las papas de Canarias, siendo importante en la economía del Archipiélago las exportaciones a las islas británicas, de algo más de 40.000 tm3 al año hasta 1977.

Las papas y el "brexit".- Hoy tenemos que relacionar la nueva situación, dado que Inglaterra deja la UE, pero también porque seguimos comprando semilla de papa de las islas británicas, al mismo tiempo que somos dependientes de una parte importante del consumo de las Islas con papas inglesas (¿"dumping"?, excedentes, organizaciones comerciales...).

Nuestros responsables políticos tienen que negociar ante una nueva coyuntura económica para Inglaterra, en la que Canarias tiene mucho que decir, dada la complementariedad de la producción entre Inglaterra y Canarias y las posibilidades de mejorar la economía y la producción de los agricultores isleños.

Una nueva época.- Las medidas proteccionistas que se producen en numerosos países, la vuelta a los acuerdos bilaterales ("brexit"), Trump y otros y las necesidades que tenemos de potenciar la producción local deben hacernos reflexionar cómo hacer el agro algo menos dependiente del exterior, que en el caso de las papas podemos ser autosuficientes, o exportando cultivos tempranos.

Debemos hacer una lectura amplia de lo que está ocurriendo con los alimentos en el mundo, tanto por la concentración del poder de los que manejan las semillas, los fertilizantes (caso de la fusión Monsanto-Bayer) o toda una reestructuración de grandes empresas agrarias en EE.UU. (Cargrill y otras), así como los nuevos planteamientos de aranceles a las importaciones. Hay numerosos interrogantes en el mayor productor de cereales y carne del planeta. Hemos de comentar cómo en un país de grandes recursos agrarios tienen un debate en la necesidad de mantener a más de dos millones de granjeros como referencia de estabilidad productiva, a la que hemos de añadir varios millones de asalariados que ahora peligran, tal situación con los planteamientos de papeles o la frontera del señor Trump. Aquí y ahora debemos tener un debate profundo con los aranceles y la agricultura, en la que la mayor potencia del mundo tiene numerosos interrogantes sobre barreras de entrada y prioridades.

Cómo no vamos a plantear en Canarias la producción local y la manera de abastecernos, en las que las importaciones sin aranceles y otros deben tener un control que prime el interés público en el sentido amplio de la palabra, garantías de autoabastecimiento y estabilidad social. Creemos que sería oportuno que los responsables políticos tengan un debate sobre el futuro del campo, en el que los temas arancelarios, las ayudas a la producción y las prioridades en el uso de la tierra sean el eje central. Hagamos otra lectura con un compromiso del presente y del futuro. Aranceles y campo no son solo temas del señor Trump, aquí y ahora debiéramos ser conscientes de la tierra y la estabilidad social, la tierra y el estómago... Leamos lo que ocurre en Nigeria o Somalia.

domingo, 12 de marzo de 2017

Los puertos y los huertos

Tenemos la mala costumbre de asociar nuestra alimentación a los puertos, en un lenguaje que, por otro lado, identifica al campo, la agricultura y la ganadería con tiempos pretéritos, superados. Ahora nos hablan del abastecimiento de las Islas, incluso los que más han hecho por su desagrarización (las cadenas de supermercados), cargando los posibles problemas a los portuarios. Aquí y ahora tenemos la obligación de entender que los agricultores y ganaderos producen alimentos, y el hombre ha domesticado los animales y parte de las plantas incorporando trabajo y conocimiento en lo que hoy llamamos agricultura, y gracias a tal actividad el planeta mantiene algo más de 7.000 millones de habitantes. Por ello, la agricultura en Canarias es también futuro.

En nuestras islas nos hemos alimentado con productos locales hasta los años 60 del siglo XX. Importando cereales, aceite, azúcar y poco más. En 1950 el 40% del PIB de las Islas procedía del campo. Hoy este campo es algo testimonial. En el PIB apenas alcanza el 2%, como algunos hacen notar para restarle valor. Otros entendemos que lo que se produce aquí y ahora es mucho más que datos del PIB. Es cultura, es la manera de vivir y estar de muchos canarios, sobre todo del mundo rural. También son señas de identidad, poblamiento, paisaje, garantía en la lucha contra la erosión y, sobre todo, retirada de vegetación en la prevención de incendios, cada día más asociados a los campos abandonados.

Los huertos y la comida. En los últimos años hemos dejado de cultivar más de 100.000 hectáreas, pasando de las algo más de 140.000 (19% del territorio canario) a situarnos en unas pírricas 40.000. También es revelador el dato de que los activos del sector primario no alcanzan las 20.000 personas, es decir, 1 por cada 2 hectáreas cultivadas, a lo que hemos de añadir los agricultores de fin de semana, pensionistas, y otros, considerados como supuestos defraudadores con las supuestas rentas en B, víctimas de unas leyes alejadas de los problemas del campo, tanto en aspectos ambientales como, por supuesto, problemas con la Seguridad Social y Hacienda, y que desprecian el aporte de conocimiento y actividad básica como maestros de la tierra en el agro de las Islas, huérfano del saber y de ilusiones que erosionan. Una burocracia que frena cualquier actividad en el medio rural.

La lectura entre lo que producimos y las demandas de cada día ponen de manifiesto que el autoabastecimiento es posible en gran parte de las necesidades, excluyendo el importante capítulo de los cereales. Tenemos terrenos suficientes para autoabastecernos en papas, hortalizas, fruta, vino, queso y leche (con aporte del exterior), y mejorar significativamente en sectores como el de la carne y los huevos. Ello significa incorporar al mundo rural otros 20.000 campesinos más, potenciando una actividad agroganadera básica en la prevención de incendios, ya que el pastoreo y la agricultura son parte esencial en la lucha contra los mismos.

La sostenibilidad en Canarias requiere unas leyes ambientales que hagan compatibles los usos tradicionales del mundo rural con la política ambiental. Un pacto del territorio con un compromiso entre los distribuidores y consumidores con la gestión del medio rural, acto que haga posible producir con precios que garanticen costos tanto a los productores como a los consumidores, que excluyan las importaciones en sistema dumping o carentes de aranceles de terceros países.

Los puertos y los huertos son una oportunidad para una lectura política de otro campo y otra economía más solidaria y sostenible en Canarias, pues es irónico que importemos 60 millones de kilos de papas mientras que 8.000 o 10.000 hectáreas están ocupadas por la maleza cuando estuvieron labradas hasta hace unos años. Y qué decir de la producción del forraje para el ganado, pastos, frutales, etc.

El campo y la agricultura generan una población mejor distribuida en las Islas, optimizando todos nuestros recursos, incluidos los humanos. Los puertos no pueden sustituir a los huertos. Indudablemente los puertos tienen una enorme importancia para la alimentación, como ponen de manifiesto la entrada y salida en las Islas de algo más de 60 camiones frigoríficos diarios con productos perecederos, sólo en plátanos más de 1 millón de kilos diarios. Sin embargo, las demandas de los portuarios han de estar separadas y evaluarse para que sean compatibles con la lucha contra los problemas que sufre y padece el sector primario. Han de tener otra lectura, de compromiso con el presente y futuro del agro canario.

viernes, 3 de marzo de 2017

Pueblos o parques temáticos: de Yaiza a Fuencaliente

Hasta la segunda mitad del siglo XX, la sociedad canaria vivía profundamente unida al medio. Nuestra cultura estaba dominada por el conocimiento de nuestras islas, con una arraigada sabiduría para el aprovechamiento de los escasos recursos disponibles en una situación de aislamiento manifiesto. Sufrimos ahora con la desaparición de esa sabiduría la pérdida de gran parte de nuestra cultura y la relación con nuestro medio.

Los pueblos de Yaiza y Fuencaliente son ejemplos de ello. Son paisajes de suelos pobres de vulcanismo reciente, llenos de malpaises, lapillis y rofe, a excepción de La Vega de Femés en Lanzarote, donde además campa el viento y falta el agua. En laderas de aulagas y vinagreras, los campesinos incorporaron el único cultivo viable: la vid.

El ingenio se agudizó ante una situación dificil en las puntas opuestas del archipiélago. Se optimizaron los recursos de una naturaleza hostil: En los Llanos Negros se plantó malvasía aromática, más exigente en humedad, en terrenos más antiguos cubiertos por el volcan de San Antonio. Mientras, en La Geria, se creó un paisaje único en el mundo excavando para encontrar los suelos más ricos bajo los lapillis, protegiendo las matas de los inclementes vientos.

Era la única manera de aprovechar unos terrenos, hasta que llegó el agua, en los años setenta con canales del norte en La Palma, y los ochenta con las desaladoras en Lanzarote. Gracias en gran parte a estos cultivos, ambos pueblos mantuvieron unos 2.000 moradores cada uno.

En los ultimos años la evolución de ambas poblaciones ha sido divergente: Mientras que en Fuencaliente la reciente subida de la demanda turística frente a la agricultura está ahora poniendo en riesgo algo más de 200 hectáreas cultivadas, Yaiza ha transformado ya la práctica totalidad de su actividad económica.

El pueblo conejero ha pasado de 2.000 habitantes con una economía principalmente agrícola, a tener unos 15.000 por el tirón turistico, que han inmigrado durante los últimos 50 años. Frente a esta situación, en Fuencaliente en estas ultimas décadas ha descendido un 20% la población, hasta los apenas 1.500 actuales. Es paradójico que, el que ahora es el principal municipio turístico de La Palma, esté perdiendo población y tierras cultivadas; es hablar que ni el sacho ni la bandeja, como dice el poema de Pedro Lezcano.[1]

Lo que si es común en ambos núcleos es el desarraigo de una población, sea por la llegada masiva de inmigrantes o por la crisis de la cultura agraria. Tambien es desgraciadamente común a ambos el nivel de desempleo, un 20% en Fuencaliente y un 11% en Yaiza. En ambos el vino se vende como producto artesanal, tradicional y hasta exclusivo, pero nadie quiere trabajar en unos campos cada vez más abandonados, y tampoco el sector hotelero genera puestos de trabajo estables.

¿Queremos pueblos o parques temáticos? Hay muchas razones para defender el campo, como modo de vida, cultura e historia, paisaje y gestión ambiental, presente y futuro para nuestra gente. Reivindiquemos a los hombres y mujeres que han hecho de un malpaís un vergel digno de visitar y fotografiar, pero también de pasear, disfrutar y trabajar como monumento al esfuerzo y el ingenio humanos ante la adversidad.

Un vaso de vino debe ser algo más que un agradable tiempo de ocio. Debemos leer en ese vaso el esfuerzo y trabajo dedicados en cultivar esas uvas, y también la sabiduría generada durante muchas generaciones. Los campos ahora abandonados y llenos de aulagas y vinagreras nos empobrecen, pero nos hace más daño pensar en el campo como algo pintoresco del pasado. Nuestros hoteles y restaurantes no solo deben ofrecer productos de la tierra, sino que todos debemos tener presentes y defender la historia y la cultura detrás de ellos. La agricultura canaria no puede quedarse en una foto de un paisano en un jardín temático. El futuro de nuestros pueblos pasa por tener cultivos y campesinos.